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Mostrando entradas de junio, 2017

Me preguntaron que siento por ti

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Era de las que evadían el término. Pero hoy sin él, de explicarlo no termino. Pensé que con patrones o siendo previsiva lo sabría. Que triunfaría en controlarlo, buscarlo o evitarlo. En alguna oportunidad pensé que, tal vez, podía asemejarlo al primer sentir. Luego descifré que, en el tema, soy desmañada. Originalmente, me preguntaron que siento por ti y responder no pude. Revisé en lo profundo y encontré una inmensidad. Traté de descifrar, de que tipo era la amistad. Examiné y contesté. Los patrones de amistad según lograba entender, no encajaban con la respuesta que acababa de obtener. Inspeccioné de nuevo y me sinceré Me preguntaron que siento por ti, Lo acepté. Todo cuanto juzgaba se transformó, Me encuentro caminando por un bosque basto y profundo. Un boscaje que da sosiego y esperanza. Con árboles de grandes raíces, con verdes y brillantes hojas. La brisa roza mi piel constantemente y el sol se cuela en

Gritos Amordazados

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La calle de mi ciudad desapareció.  Camino por el desierto, sigo dando tras pies, pero mis pasos tienden a ser dudosos. Me topo con barricadas que buscan respuesta desesperadamente, pero no dan paso a la novedad; con piedras que me gritan sus problemas por desahogo y armas que destruyen ilusiones con acciones sin conciencia, sin intenciones en pro del hermano o su vida; me topo con paredes, que se dejan pintar, sirven para sostener y están ahí, viéndolo todo, pero son entes inmóviles; me encuentro también con semáforos, que a pesar de tener el poder de orientar el camino, solo dan las señales que siempre han dado, en un orden especifico, sin importar que esté ocurriendo a su alrededor. Camino por este desierto, donde la indiferencia protagoniza las grandes historias y donde las muertes se han vuelto un espectáculo, sin embargo, este desierto ha comenzado a coquetearme, ya casi me conquista, parecer romper espejos. Escucho con tono de timbales los disparos, suenan con insiste

Meros Espectadores en una Cajita de Cristal

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Hoy, como todos los días, he estado pegado de mi móvil, pues se ha convertido en el único medio de comunicación al que tengo acceso. Sin duda, la situación en la que se encuentra mi país es deplorable y, no solo hablo de las cantidades de manifestaciones a lo largo y ancho del país, de la represión, de los heridos, de las injusticias y los presos políticos. También, me refiero a la hambruna con la que se encuentra el venezolano diariamente, la inseguridad, la falta de oportunidades, los sueños que se desvanecen de las manos de los jóvenes y de sus padres.  Y comprendo su frustración, comprendo la rabia, pero más que nada, comprendo la impotencia, esa misma que se intenta drenar insultando a un guardia, lanzando una piedra, lanzando al cielo gritos de libertad, entonando el Himno Nacional mientras se desgarran la garganta. La comprendo porque la viví, estuve allí con ellos, fui unos más en las calles, cuando aún se decía que Venezuela no iba a caer en dictadura. Pero, ¿Qué paso c