Me desnudaste



Tú lo cavilabas, yo apenas lo percibía.
Tus intenciones eran obvias, adjudicarte un riesgo vedado.
Te afanaste por estar en primera fila, pero discreto, agachado, ahí, donde solo yo te veía.
Poco a poco, el disimulo parecía sobrar, era evidente, para ti y para mí, pero también para el resto.
En nuestro pequeño silencio, un silencio de dos y un escándalo de muchos.
Ahí, en la intimidad, donde todo lo que decíamos era la utopía del otro.
Dejando atrás los miedos, la incertidumbre, los caminos y las opciones.
Me desnudaste.
Me desnudaste en un instante, que fueron meses. Un instante que acabó en un segundo, que transitó, como un parpadeo, breve e imprevisto.
Un inmediato, que acabó de manera simultánea con nuestros labios, cuando escribíamos en nuestras memorias, las promesas de los “para siempre”
Promesas, que parecen siempre venir defectuosas. Parecieran no tener validez, o veracidad.
Palabras, cargadas de tanto. Aunque a veces se queden en el papel.
Palabras, que, sin acción, no son nada. Sin acción, no me habrían podido desnudar.
Pero lo hicieron, me desnudaron.
Lo pensé, lo sigo rumiando de vez en cuando, todo lo que decíamos parecía cierto, sin embargo, pudimos equivocarnos en lo que no hemos comprobado, tú te fuiste, yo me fui. Y si nuestro inmediato era eterno, ¿por cuánto más huiremos de la eternidad?
Si nuestras partidas fueran falsas y nuestras palabras simbólicas.
Si nuestras palabras, fueron promesas certeras.
Si dejáramos los miedos en la carretera, estos miedos que me matan, estos miedos que me alejan, si de nuevo me desvistes, si arruinamos la escasa decoración.
Si alargamos nuestro instante, este instante perfecto que repetimos al mirarnos una y otra vez.
Este instante del suspiro que nunca pasa, del abrazo que no acaba.
Porque me desnudaste, proyectaste una imagen tan certera, como falsa.
¿Cuánto de lo que esperabas de mi era cierto? ¿Cuánto de lo que esperabas te sorprendió?
Poco a poco, sin siquiera tocarme, me desvestiste entera.
Ahí estaba yo, frente a ti, con una silueta al descubierto.
Esa figura bien moldeada, esa figura que tarda más en descubrirse que cualquier otra.
Y tú, que intentabas mantenerte firme, seguías quitando una a una las telas.
Creías mantener el control, hasta que notaste, que tú también estabas desnudo.
Y ahí, acabó nuestro inmediato y nuestro eterno.
Ahí, la certeza se camuflajeó de miedo.
Ahí, cuando el juego era de los dos, se suspendió el partido.
Cuando perdiste el control, cuando estabas desnudo junto a mí, cuando notaste que tus frágiles sueños se encontraban con los míos, cuando nuestros prohibidos le abrían la puerta al futuro.
En ese momento, en que creíste que todo podía ser diferente.
Llegó el momento de intentar esconder nuestros cuerpos.
Llegó el momento, de vestir las ilusiones.
Llegó el momento, de cubrir las utopías, de enrumbar nuestros caminos y de pisar tierra.
Cada uno, aterriza a su manera, la tuya al parecer, no solo cubrió tu desnudez, la disfrazó.
Pero no se olvida un alma desnuda, no se olvida una canción dedicada y no se olvida el amor, el amor que desviste y que perdura, aunque los caminos no coincidan y aunque ya estemos corriendo carreras con metas diferentes o nadando en ríos de distintas corrientes.
No se olvida, porque me desnudaste, para desnudarte a ti mismo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Y le decia negro, como el café

¿A tiempo o destiempo?