Reir para no llorar.

Esta es la historia del diario de incontables vidas que coexisten, como dirían por ahí “en este país, mi país, tu país”
Ese de la espuma, de las garzas, de las rosas y del sol. El del cuatro, las maracas y el arpa, de las grandes extensiones de terreno, del petróleo abundante y los minerales tan diversos como los biomas.
Esta es mi historia, el cuento de cómo tuve que cenar en una servilleta, pues como de costumbre escaseaba el agua. Pensarán ¿Qué puede tener de malo? Y mi respuesta es clara, mi rostro lo expresó, decía con tenacidad “Servilleta no me ganarás”. Me encontraba comiendo mi arepa y lo noté, toda la salsita se la había chupado el papel, no es justo, yo pretendía sorber la jugosa salsa, por lo que procedí a devorar mi comida, sin deleite, llevada seguida y tristemente a la vergonzosa obligación de botar el juguito que era uno con el papel.  
En otras condiciones, habría empapado mi arepa en salsa, pero como el gobierno nos ha dado una donación de patria bastante dotada, mi mamá tuvo que usar esa gran ofrenda para esparcir, al menos, mero olor a caldo por los orillos de mi cena. Estuvo delicioso, lo confieso, Peter Pan también imaginaba su comida, yo imaginé un gran relleno, es bueno estimular mi imaginación, el gobierno me motiva u obliga, pero ellos me han hecho entender que es lo mismo.
Gracias al presidente, y a la donación de patria que ha dotado cada hogar, logré cenar maíz recién molido. Solo gocé 30 minutos de cola, en una avícola. Solicite el maíz que se hallaba justo al lado de la incomprable pitanza para perros. Invertí el 20% de mi sueldo, ya que correspondía facturar suficiente para la semana. Lo lavé con agua hervida y recolada, que tenía almacenada en una olla, si inmortalizan el inicio del escrito, no hay agua. Finalmente, solo me hallé agregando más de esa agua y amasé intensamente. Sin embargo, lo que más me ha agradado, es el valor que he aprendido a darle a la cena, ese momento que tras todo esto tanto esperé, ese momento que ahora tarda tanto en llegar a los hogares en los que al menos aun llega.
Prontamente tras cenar, emprendí a buscar con mi amiga, un corazón manso que gozara del bien vital y nos prestara su baño. Podría bañarme al día siguiente pues era el cuarto día sin una gota, ya hacía 48 horas que no me duchaba, había comenzado a apestar. Conversando de todo esto, ella me comentaba como estaban exprimiendo sus cabellos en el frasco del aceite, pues su mamá no había conseguido, tristemente se acabó con ella en la cola de espera, pero bien, tras exprimir el aceite generado por sus días sin baño, mientras freía las tajadas, se nos ocurrió ir a bañarnos en un colegio cercano, ese colegio afortunadamente contaba con su agua propia de un pozo, sin embargo como uno de los profesores era algo sádico, estuvimos a punto de desistir la idea.
Sin embargo, nos alegraba no tener que beber agua, pues ya comer era peligroso, no había monte cerca ni agua para bajar la poceta, siendo mi casa pequeña, el metano podía servir para prender mucho más que la cocina.
Sin olfato desperté en plena madrugada, tal vez dos o dos y media, mis papás gritaban de emoción, me sentía confundida, no sabía si era año nuevo o un ladrón, me bajé de mi cama asustada y al asomarme fue mi fin, me obligaron a pararme a fregar, mientras lavaban la ropa y corrían a colgarla.
Tras llenar tobos hasta casi no entrar en el baño, se nos pasó gran parte de la madrugada, cosa que agradezco a nuestra dotación de patria, ya que pude compartir en familia, aunque en la mañana reinara el mal humor, por un esfuerzo sin motor, en una noche sin dormir.

Al salir a la calle, todo estaba normal. Los periódicos dibujaban arcoíris y ficcioncracia seguía siendo la filosofía de gobierno y los conformistas. Gracias por mi dotación de patria, pues ahora rio para no llorar, tras saber que en algún momento algo me va a faltar, esperando no sea la vida, me voy a trabajar.


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