Retumba en la tumba.

Taladran mis oídos las hojas, que arrastradas por el soplo del viento me arropan de soledad.
Un grito me penetra, desarma, desespera, me aprisiona. ¡Es tarde para correr!
De pequeño mi mamá me lo advertía con tesón, quien fuera inteligente habría escuchado.
Cual campanas de condena, el oscuro clima nos envuelve. ¡Vaya frio perspicaz!
Mi vida ha girado frente a voces, paralizadoras. Que me gritan en este frio, que me detienen en un ruido silencioso que va creciendo con recelo.
¡Si este temblor se detuviera! ¿Qué pasaría si encendieran la luz y el piano dejara de tocar?
¿Qué pasaría si, por el contrario, el piano siguiera sonando, tecla por tecla? ¿Si los gritos no se detienen y las luces del carro no dejan de titilar? ¡Qué dilema, hoy no sé a dónde correr! Es tarde.
Craquean las ranas y cantan los grillos, las dudas siguen rechinando en mi memoria.
Vacilando, decido como actuar, pero las huellas de mis actos dejan marcas, huellas que como uñas se marcan en el pizarrón.
Retumba el suelo y tiemblo. Como terremoto me alarma para correr.
Retumba en la tumba el dictador, y la anarquía manda.
Escucho la voz diciendo, “Deberías creer en mi” Es un susurro, solo un susurro asfixiado.
Tengo miedo. Siento que no respiro. Siento que no tengo respuesta. Es asfixiante y desesperante.
Pero es solo un susurro. Constante pero vago. Autoritario pero singular.
Retumba en la tumba, mientras estuvo vivo nunca le importó, hoy tampoco será así, pero escucho el llanto en las cunas más fuerte que antes.
Un muerto lidera los ejércitos y el hambre que azota, condena cada día con mas ímpetu.
Poco a poco, nos vamos deteriorando. Nuestros tejidos comienzan a disolverse.
Virus sin piedad. Sin humanidad; de un sentir, no corresponder, volverse hacia los demás y no vacilar en dañar.
Cuando gritó el coronel ya era tarde, había miedo.
Cuando atacó la alerta era firme, pero el temor tiene raíces de sauce.
Sigue zumbando en la tumba, y caminamos hacia ella.
A pesar de todos querer huir, caminamos como zombis.
Danzamos paso a paso, lento como caracol.
Trastabillando cuan pingüinos.
Sin razonar, como si ya no fuéramos humanos.
Terminamos en la tumba, donde un hombre muerto retumba, da órdenes y guía, millones de animales que en algún momento pensaban como homo sapiens.
Retumba en la tumba, retumba en mi cabeza, la pieza del rompecabezas perdida con certeza.
Pieza color acción que dibuja trancas a la indiferencia.
Pieza que suena a libertad y las guía la certeza.
La pieza bien sabe Dios, que solo Dios tiene firmeza, pero poder poner la pieza depende de esperanza y fe perdida en la riqueza.
El miedo una llamarada que puede encender el mundo, que muy bien administrada convierte a cualquiera en mudo.
La esperanza, una certeza, agua que viene por gotas, que unida en grandes masas, se convierte en mar. Mar que apaga cualquier tiranía.
Si volvemos a la vida, si escapamos de la muerte.

Si la muerte no invade y ya no comanda nuestra gente, el muerto seguirá muerto y no se habrá marchado nadie más injustamente.


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