¿Esperando que escampe?
Y, cómo sabes
que escampó, si no te atreves a mirar por la ventana, si te has encerrado en
esa habitación oscura, sin ruido.
Esa habitación,
recuerdo cada momento. Aquella oscuridad, en la que, en tu infortunio me
convertías en ruido, y corrías a tus paredes de corcho.
Esa oscuridad,
en la que generalmente, tú me otorgabas papel de luz, para poder excusarte, con
falsas historias sobre tus anhelos de sombras.
Si, recuerdo
bien esa habitación, sus paredes sin color, sin vida, pero las necesitabas,
como si ellas te hicieran sentir omnipotente, porque en ese vacío, tus vacíos
eran desborde y tus tristezas no eran nada, aunque lo fueran todo.
Sin embargo,
también recuerdo tu desesperación, porque al entrar en la habitación, solo
querías encontrar la salida, pues no había lluvia, no había sol, solo había un
blanco escape, que se convertía en ceguera, en la profunda ceguera de tus
verdades.
Intentar pactar
con el diablo, es menos peligroso que escapar de los miedos, pues tus miedos
son también tus verdades y vendar tus verdades será vendar tus pasos, cerrar
los ojos, para caminar firmemente al voladero de la falsa identidad.
Te he visto, yo
también he entrado en esa habitación, y te aprisiona, no hay escape cuando le
temes a la realidad, más porque solemos entrar, para huir de ese escenario que
generalmente no conocemos, esa historia que generalmente pudiera ser, pero nunca
es, y no es posible huir de lo que nunca has visto, porque no sabes cuál será
su manera de atacar.
No necesito que
tus drogas sean la soledad o el miedo, el riesgo arrepentido, ni la inseguridad
que empuja y jala, pero no te deja dar pasos. Esa sería una droga que sí podría
matarnos, y a mí me mataría, porque te irías y te marcharía sin razón, excusándote
con justificaciones dudosas, que alterarían cualquier brújula, te marcharías a
enrumbarte en un incierto que nunca llegará.
Puede que pronto
escampe, tal vez eso esperas cuando te vas a la habitación, pero para qué
esperas que escampe, sin siquiera preguntarte que es para ti esta lluvia. En
ocasiones la lluvia ha sido aquella que dañaría mi vida, y tú, como el valeroso
protagonista, eres el culpable de ella, al menos eso repites una y otra vez,
intentado creer que esa lluvia que viene de ti, es el ácido que corromperá mi
vida, y en la ceguera de la habitación, no te das la oportunidad de verme
disfrutar nuestra lluvia. En algún momento esta lluvia, que tal vez fue causada
por mi o por ambos, era la que podría desbordar el rio de tus imposibilidades,
de tu incapacidad, por esos días, la habitación era más tentadora, como si
alguno fuera a escapar, tras ver las flaquezas del otro, ¡Esa, ha sido de las
mayores cegueras! Pues nuestras debilidades se notaban antes de la lluvia, han
sido tan distintivas en nuestra relación, como un rizado cabello o algún lunar.
Te seré sincera,
¡vale mierda esa habitación! Pero si no dejamos de huir y encerrarnos en ella,
apartando lo valioso, serán otras cosas las que valdrán de forma equivalente,
porque el amor todo lo espera, pero la espera se transforma, el destino tal vez
no es lo que casualmente de sucede, nuestro destino tal vez es lo que decidimos
en el momento exacto, y por eso es destino, porque de manera exacta, seres tan
distintos deciden lo que determinará.
Te seré sincera,
una decisión propia, no debe ser condena ajena, porque de ser así, mejor no
salir de casa, para así dejar el peso, o la carga, a los padres, que ya de por
si se condenan por las decisiones que vamos tomando, y por muy descontrolada
que sea mi inteligencia emocional, ser coprotagonista, no te hace director de
mi película.
Si esperas que
escampe, pues tal vez no nos volveremos a encontrar, porque yo te esperaré
sentada en el balcón, con mi taza de café, disfrutando de esta lluvia en la que
un día soñamos bailar.
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